Entrevista A La Verdadera M




El famoso personaje M (en su versión femenina), de la saga de James Bond, está basado en ella.
Les presento una joya de internet, una interesante entrevista a una ex jefa de espías británica, la primera mujer en desempeñar el cargo de directora general del MI 5, la unidad de espionaje nacional del Reino Unido. Disfruten.

STELLA RIMINGTON
«He interrogado a más de uno. Pero no con la finalidad de matarlo»

ANTÓN GOIRI

Fue la primera mujer en desempeñar el cargo de directora general del MI-5, la unidad de espionaje nacional del Reino Unido. No en vano el personaje de M, jefa de James Bond, se inspira en ella. Hoy está jubilada y es autora de thrillers de éxito. XLSemanal la somete a un `tercer grado´.



Desde sus años como jefa del MI-5, Stella Rimington [Londres, 1933] sabe que la realidad supera la ficción; sobre todo, en materia de espionaje. Por eso, en sus palabras, la realidad debe mantenerse en secreto. Y por eso sus ojos claros advierten al periodista de que han visto mucho más de lo que su dueña puede llegar a contar algún día. Aun así, y con el handicap añadido de que Stella Rimington acaba de pasarse al territorio de la invención –acaba de publicar en España La invisible, uno de sus thrillers–, se lanza a hablar sobre la cruda realidad de sus actividades pasadas. Cosa que hace con un savoir faire cautivador. Y sin cortarse. Exactamente igual que cuando, hace casi una década, publicó Open secret, sus memorias, y pasó de ser una gran desconocida a la pieza por abatir por los tabloides de su país. Todos ellos alentados por algunos ex compañeros, quienes la tacharon de enemiga del Estado. ¿Brillante superagente caída en desgracia por decir la verdad o traidora con cargo a su puesto de máxima responsabilidad? Juzguen ustedes mismos.


XLSemanal. ¿Y usted cómo prefiere el martini, removido en vez de agitado?
Stella Rimington.
[Sonríe] No bebo martini, siento no poder contestarle. Sólo tomo vino blanco. De todas formas, le diré que si bebiese martinis los tomaría removidos en vez de agitados. Aunque sólo sea para llevarle la contraria al petulante James Bond.

XL. ¿Cree que la existencia de Bond, James Bond, ha dañado la imagen de los servicios secretos de su país?
S.R.
Quizá sí. Él ha dado una gran popularidad a los servicios secretos británicos en todo el mundo. Pero si alguien se cree que somos así realmente, comete un gran error. Su error es actuar solo. Sería inimaginable que cualquier espía trabaje sin la ayuda del resto de su organización. Se trata de un entramado y cada uno de sus agentes es un engranaje del mismo. O debería serlo. Bond no duraría mucho actuando así en la vida real. Sería una especie de aventurero loco con todas las papeletas de una rifa para acabar bajo tierra.

XL. Sin embargo, el MI-6 vende la imagen aventurera de Bond en su web para captar empleados. ¿Es cierto?
S.R.
Muy cierto. Y paradójico, no le digo yo que no. La página web de la organización relaciona nuestro trabajo con algunos aspectos de Bond. Pero no tiene más importancia ni hay similitudes entre la realidad y la ficción. Empezando porque nosotros no tenemos ni hemos tenido nunca licencia para matar.

XL. Por cierto, ¿tan mal está la cosa como para tener que poner anuncios en la prensa para reclutar agentes?
S.R.
[Sonríe] No es algo tan raro hoy por hoy. En estos tiempos de transparencia, los servicios secretos no tienen nada que ocultar. O, por lo menos, no deberían tenerlo si se trabaja dentro de los márgenes de la ley. ¿Por qué no íbamos a poner anuncios para ofrecer empleo en los diarios si somos como cualquier otra empresa? Además, así se amplía enormemente la gama para contratar a gente de lo más diversa.

XL. Entiendo, pero estoy seguro de que no se actuaba del mismo modo cuando usted empezó su carrera.
S.R.
No, ni mucho menos. Cuando yo entré en el secret service, tenías que esperar a que alguien te diese una palmadita y te ofreciese trabajar con él. Por eso éramos todos muy parecidos, como cortados por el mismo patrón, porque sólo buscábamos a aquellos que más se parecían a nosotros. Por el contrario, en el siglo XXI lo que hace falta es una gran variedad de gente que, además, provenga de muy diferentes entornos. Y hacerlo a través de Internet permite eso, contratar a personas de todo tipo y condición.

XL. ¿Diría que hay crisis vocacional en el espionaje?
S.R.
Todos los servicios de inteligencia británicos cuentan ahora con más recursos. Tanto para contratar a más gente como para poder ocuparse de la situación actual. No creo que haya una crisis en el reclutamiento de agentes. Es más, diría que en los últimos años se está viviendo un aumento de contratación.

XL. ¿Qué se necesita para trabajar en el MI-5?
S.R.
Son dos las características que se precisan para ser agente del MI-5. En primer lugar, hay que ser lo suficientemente inteligente como para sacar en el mínimo tiempo la mayor cantidad de información. Eso, unido a la capacidad para analizar, presentar y abreviar toda esa información. Y la segunda aptitud que hace falta es un cierto talento para hablar con gente de muy diferentes sectores y entornos. Es así porque la principal fuente de información que tenemos, incluso hoy, siguen siendo los seres humanos.

XL. ¿Cuántos teléfonos llegó a pinchar durante sus años de espía?, ¿los contó?
S.R.
[Ríe] No podría contestarle a eso. Perdí la cuenta el primer año que estuve allí.

XL. ¿A cuántos espías, traficantes de droga y terroristas metió entre rejas?
S.R.
[Sonríe] Tampoco le puedo dar cifras. Sí que le diré que en los años en que yo entré en el MI-5 la amenaza fundamental procedía de la antigua Unión Soviética y de sus aliados. Y, sobre todo, más de los espías que de los terroristas. Cuando te ocupas de los espías es para expulsarlos del país, no para meterlos en la cárcel [sonríe].

XL. Dé algún nombre, ¿su peor enemigo fue…?
S.R.
Supongo que el peor enemigo del que yo me ocupé fue del IRA. Cuando me convertí en directora general, estaban llevando una campaña bastante activa. En Londres, concretamente. Y antes de aquello habían intentado asesinar a los soldados británicos destacados en Alemania. Desde entonces, la amenaza ha cambiado y mis antiguos colegas se ocupan ahora fundamentalmente del terrorismo islámico.

XL. El MI-5 que usted dirigía ocultó pruebas al descubrirse que el Ejército inglés en Belfast implementaba una política de ‘tirar a matar’contra el IRA. ¿Es cierto?
S.R.
No, no es cierto. Eso nunca ocurrió.

XL. Margaret Thatcher utilizó el MI-5 para acabar, violentamente, con la huelga de mineros de 1985. ¿Y eso?
S.R.
Tampoco es verdad. Nada de todo eso está probado. ¿Pero por qué íbamos a ocultarlo?

XL. Porque el MI-5 no tiene fama de ser un convento de monjas precisamente. ¿Mató usted a alguien?
S.R.
Le diré que los servicios de inteligencia británicos no tienen licencia para matar por mucho que lo repitan los libros de James Bond. ¿Le queda claro?

XL. Pero no tener ese permiso no significa que no se utilice. ¿No cree?
S.R.
[Sonríe, irónica] No, no lo creo.

XL. Entiendo que no es una pregunta que se le debe hacer a una dama, pero es mi trabajo. Compréndalo.
S.R.
[Ríe] Sólo le puedo responder a eso explicándole que la función del MI-5, fundamentalmente, consiste en recopilar información para evaluarla después y tratar de impedir que se cometan atentados. Y eso no se hace matando gente. Le rogaría que dejase de dar importancia a todos esos bulos que circulan por ahí.

XL. ¿El fin justifica los medios?
S.R.
No. En este caso, los medios son perfectamente controlados como para que no justifiquen ningún fin. El MI-5 trabaja dentro de la legalidad. Con todo tipo de controles según el tipo de servicio que se vaya a realizar y siguiendo reglamentos concretos. Por eso recomiendo hacer caso omiso de los medios que reflejan los libros de Bond y leer el mío. Más que nada porque es más exacto. Trato de contar la realidad.

XL. Queda claro que no ha matado a nadie. ¿Pero dio usted la orden para que lo hiciesen?
S.R.
No. Nunca.

XL. ¿Ha disparado un tiro alguna vez?
S.R.
Tampoco. Nunca he disparado un solo tiro.

XL. Dígame que ha regañado a alguien en el ejercicio de su antiguo trabajo, por favor.
S.R.
[Carcajada] Seguramente, sí que lo he hecho. Y he interrogado a más de uno, pero no con la finalidad de matarlo.

XL. ¿A cuántos topos colocó en las filas del IRA durante sus años de directora general del MI-5?
S.R.
No puedo darle los detalles de aquellas operaciones porque todavía hoy son totalmente confidenciales. Pero le diría que la infiltración de agentes aún es primordial para conseguir información. Incluso en este mundo tan tecnológico en el que vivimos ahora.

XL. ¿Debo entender por sus palabras que sin infiltrar agentes no se puede combatir el terrorismo?
S.R.
Así es. Las fuerzas humanas son importantes en cualquier trabajo de inteligencia. Pero no hablo tan sólo de agentes o topos, sino a nivel más general. Ejemplo de ello son los medios de comunicación, una fuente de información continua. Los servicios secretos están más pendientes de ellos de lo que pueda imaginarse.

XL. Escribió usted hace años sus memorias y pasó de ser casi una superheroína a enemiga del Estado.
S.R.
[Carcajada] Pues sí. Fue en el año 2001. Y algunas personas pensaron que no debería haberlo hecho. Es más, me acusaron de divulgar secretos de Estado.

XL. ¿Lo hizo?
S.R.
No. Nunca pretendí hacerlo. Le diré más. Por motivos de seguridad, el libro tuvo que recibir autorización de mis antiguos colegas. Y hasta quité una parte de las memorias porque me lo ordenaron. Curiosamente, quienes me acusaron fueron los primeros, una vez publicado el libro, en quejarse porque no tenía demasiados secretos [sonríe]. ¡Nunca llueve a gusto de todos!

XL. ¿Cree que nunca rompió ese código de lealtad que rodea al mundo de la inteligencia?
S.R.
No, no lo hice. El objetivo de escribir mis memorias fue contar la historia de mi vida. Y, especialmente, hablar de mi vida como mujer que trabajaba en una organización secreta y que, como la inmensa mayoría, trataba de conciliar del mejor modo posible su vida profesional con la personal.

XL. «Memorias explosivas» y «Ama de casa superespía», ¿diría que pueden hacer más daño algunos titulares de prensa que un disparo?
S.R.
No creo que lleguen a hacer más daño que un disparo, pero no resulta nada cómodo que te lapide la prensa; sobre todo para una persona como yo, que venía de un casi total anonimato a lo largo de toda mi carrera. Lo peor es que dijeron todo eso antes de publicarse el libro. Después fueron los mismos que dijeron que no tenían el explosivo suficiente. Hay cosas que nunca revelaré, evidentemente. Y el caso es que cuanto más me alejo de aquella época, hace ya 13 años que dejé el servicio, menos secretos tengo en la cabeza. Lo mío apenas fue nada comparado con lo que hacen ahora, en esas operaciones actuales.

XL. ¿Y en su círculo más íntimo o en su entorno familiar conocen esa información?
S.R.
No. Ellos tampoco la conocen.

XL. Uno de sus agentes dijo de sus memorias que «ofrecen información sensible para la seguridad nacional y de los agentes y es un escándalo lograr dinero de esta manera», ¿cómo lo ve?
S.R.
No sé a quién se refiere usted. Pero estoy segura de que quien hizo eso no sabía que yo había sido autorizada por la organización para publicar mi libro.

XL. ¿Es cierto que ganó casi dos millones de euros gracias al mismo?
S.R.
[Carcajada] No.

XL. ¿Por qué dejó su puesto en el MI-5?, ¿fue obligada a abandonar por sus superiores?
S.R.
Al contrario. Fue porque me llegó la hora de la jubilación. De hecho, me quedé más tiempo del que debería haber estado.

XL. ¿A quién reportaba usted durante los cuatro años que estuvo dirigiendo la organización?
S.R.
Al ministro del Interior. Y al primer ministro, directamente.

XL. ¿Quién espía a los espías?
S.R.
Hay muchos tipos de control por parte de los servicios de inteligencia. Depende de la legislación que en cada momento se aplique sobre los trabajadores gubernamentales. Por ejemplo, si se quiere pinchar un teléfono hay que tener una orden judicial que vaya firmada por el ministro del Interior. Existen, como ése, un montón de controles.

XL. Pero imagino que no siempre se tiene el tiempo necesario para conseguirlos.
S.R.
Sí. Se tiene. Es necesario.

XL. ¿No existen casos de emergencia en los cuales se actúe con carta blanca?
S.R.
[Muy seria] No.

XL. ¿Cree usted que cambió mucho el funcionamiento de los servicios secretos a raíz del 11-S?
S.R.
No, que yo sepa. Yo en aquel momento ya no trabajaba para ellos. Pero el funcionamiento sigue siendo más o menos parecido siempre. Y le diré que el 11-S, aun siendo un acontecimiento de lo más dramático, no dejó de ser uno más. Había habido otros ataques terroristas antes con un dramatismo similar, lo que ocurre es que no impactaron tanto a nivel mundial. Sí que cambió, por lo que imagino, el funcionamiento de los servicios secretos estadounidenses; sobre todo en la manera en que colaboran los diferentes servicios de aquel país. Porque el gran problema del 11-S es que la información no circuló como debería haberlo hecho.

XL. ¿Está insinuando que de haber circulado esa información se podrían haber evitado aquellos atentados?
S.R.
No creo que los atentados del 11-S se hubiesen podido evitar, pero sí que los podrían haber ‘esperado’. No deberían haber pillado a la CIA y al FBI tan de sorpresa.

XL. ¿Cómo se presenta el futuro del espionaje internacional?, ¿diría que el terrorismo islámico ha convertido el escenario en una especie de nueva Guerra Fría?
S.R.
Creo que es diferente de la Guerra Fría. No se puede hacer esa comparación.

XL. ¿Cómo es la relación que existe entre la CIA, el
MI-6, el Mossad y el resto de los servicios secretos?
S.R.
No tengo datos actuales. En mis tiempos era una relación que cambiaba dependiendo de cada país. ¿Fluidez? Sólo la percibí dentro de Europa. La relación entre los distintos servicios secretos era buena. Trabajábamos de forma orquestada cuando era necesario.

XL. ¿Había casos de competencia entre países?
S.R.
No, ninguna. Lo que se daba era un gran sentimiento de colaboración. Quizá porque el terrorismo es una terrible amenaza que compartimos todos.

XL. Y en su opinión, ¿ha cambiado el panorama tras la llegada de Obama a la presidencia de EE.UU.?
S.R.
No creo. Las cosas seguirán funcionando de la misma manera.

XL. ¿Influye tanto la CIA en los servicios secretos del resto del mundo como cuentan por ahí?
S.R.
No. Eso es una leyenda. Cada país organiza sus propios servicios secretos de forma distinta.

XL. ¿Hasta qué punto está implicado el Mossad en lo que ocurre actualmente en Palestina?
S.R.
No le puedo contestar a eso. Lo desconozco.

XL. Se han cumplido 45 años del asesinato de JFK y seguimos sin conocer a los verdaderos responsables de aquel magnicidio. ¿Podría usted ilustrarnos?
S.R.
[Sonríe] No lo sé. No sé si lo sabemos o no. Existen teorías de la conspiración sobre todo. Y en mi opinión, la mayor parte de ellas son falsas.

XL. ¿Como la que culpa al MI-6 del asesinato de la princesa Diana siguiendo órdenes del príncipe de Edimburgo?
S.R.
Eso es una basura. ¿Quién puede creerse algo así?

XL. ¿Cuánto daño han hecho a la imagen de los servicios secretos las teorías conspirativas?
S.R.
Uno de los motivos de nuestra política hacia una completa apertura fue precisamente para librarnos de muchas de estas teorías conspirativas. Funcionan, fundamentalmente, cuando hay poca información real. De modo que una de las cosas que hicimos en los años en que yo fui directora fue explicar cómo trabaja un servicio de inteligencia en una democracia. Y le repito que está mucho más controlado de lo que se cree.

XL. Hasta donde pueda contarme, ¿están los servicios secretos españoles, el Cesid, a la altura?
S.R.
Le puedo decir que trabajamos con ellos, compartimos información y me parecieron muy competentes.

XL. Empezó a trabajar como mecanógrafa para el MI-5 en Delhi por cinco libras a la semana, el verano del 67.
S.R.
[Sonríe] Veo que está usted bien informado.

XL. ¿Se arrepintió alguna vez a lo largo de su carrera de haber tomado ese camino?
S.R.
No, nunca. Me pareció un privilegio.

XL. ¿Tuvo que trabajar más por el hecho de ser mujer?
S.R.
Sí, sobre todo al principio. Pero eso es algo muy normal que muchas mujeres, todavía hoy, tienen que hacer a diario en sus trabajos.

XL. ¿Cómo lleva que M, el personaje que interpreta Judy Dench en las películas de James Bond, esté directamente inspirado en usted?
S.R.
Me halagó mucho, sobre todo porque tenía la misma pinta que ella por aquella época. No deja de tener su gracia.

XL. ¿Qué le diría a Bond de tenerlo aquí?
S.R.
[Ríe] Le diría: «¡Eres un mito! ¡No eres auténtico! ¡Vete! ¡Márchate de aquí!».

David Benedicte

Extraido de xlsemanal.com

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